Viajar por la Ribera de Duero es adentrarse en una de las regiones vitícolas más importantes del mundo. Un lugar donde la cultura en torno al vino habla idioma propio. Tanto es así que en esta zona la uva tempranillo se convirtió hace ya mucho tiempo en la Tinta Fina o Tinta del País, delimitando un área geográfica en torno al cauce del río Duero donde esta variedad castellana encuentra un asiento excepcional que tras siglos de adaptación edafoclimática nos ofrece unas cualidades únicas para la elaboración de vinos de gran calidad.
Viajar por la Ribera de Duero es adentrarse en una de las regiones vitícolas más importantes del mundo. Un lugar donde la cultura en torno al vino habla idioma propio. Tanto es así que en esta zona la uva tempranillo se convirtió hace ya mucho tiempo en la Tinta Fina o Tinta del País, delimitando un área geográfica en torno al cauce del río Duero donde esta variedad castellana encuentra un asiento excepcional que tras siglos de adaptación edafoclimática nos ofrece unas cualidades únicas para la elaboración de vinos de gran calidad.
Esta maravillosa región, con dos milenos de historia vinícola, rezuma vino por los cuatro costados. Hace mucho tiempo que aquí la naturaleza se puso al servicio del vino, ofreciendo cielo y tierra a unos hombres y mujeres que supieron modelar a su antojo la cuna del Tinto Fino, entre un mosaico de sábanas y pliegues en el que los infinitos viñedos se entremezclan con campos de cereales y pequeñas masas boscosas. Esta acuarela vegetal se enmarca en un territorio con infinidad de fondos diferentes, una paleta de colores que se inicia con el blanco grisáceo de las tierras más calizas, pasando por todos los marrones y rojizos de las arcillosas, hasta llegar a la suavidad de los verdes y amarillos de los prados y campos de cereal. El verano nos regala largos días de cielo raso, frescas noches y calurosas tardes, uvas en pleno crecimiento y la naturaleza expresándose a pleno pulmón. El otoño nos invita a vendimiar, un año de entrenamiento y ha llegado la hora de saltar al campo de juego, cada bodega pone en liza todo su conocimiento acumulado y su potencial tecnológico para transmitir al vino el esfuerzo y el cariño que supone todo un año de faenas a pie de campo. El final de la vendimia y el comienzo del invierno nos regala uno de los paisajes más maravillosos, los viñedos se van agostando, cubriendo la Ribera con una manta rojiza y caoba que hará las delicias del visitante. Es tiempo de cuidar el nuevo vino, de comenzar a saborear los nuevos frutos, de planificar la siguiente campaña y de que los bodegueros puedan disfrutar con sosiego junto a aquellos amantes del vino que quieran dejarse seducir por su sabiduría. La primavera invita a ser testigo del renacimiento de los campos, la tierra brilla, los viñedos comienzan a despertar, los ríos rebosan de agua y los campos se tornan en frondosas galerías vegetales, la Ribera huele a vida y también huele a vino joven.
Un viaje a través de la comarca se nos revela como un buen vino de reserva, un paisaje suave, amable, honesto y sabio, repleto de colinas añejadas por el paso del tiempo y pequeños cañones, escenario de campiña salpicado de pueblos ancestrales cuyas casas nos saludan con dignidad centenaria desde sus muros de sillería y adobe. El viajero quedará inmediatamente impregnado del aroma a vino que rezuma esta región. Constantes campos de vides tanto en vaso como en espaldera, magnificas bodegas establecidas a pie de viñedo al estilo Chateau, pequeñas aldeas repletas de bodegas subterráneas escavadas en los siglos XVI y XVII, hombres y mujeres en constante trasiego hacia los viñedos, o hacia las bodegas y cooperativas…tractores, remolques, aperos… bodegas y más bodegas. Además, gracias a los carteles indicativos del consejo regulador podremos averiguar a cada paso en qué zona de la Ribera nos encontramos y qué bodegas podemos ver desde nuestro recorrido. Prestigiosos nombres irán apareciendo a ambos lados de la carretera, pasaremos juntos a las viñas que producen algunos de los vinos más afamados y conocidos del mundo, en armonía con diminutas parcelas de vides cultivadas en vaso propiedad de pequeñas familias locales.
Durante nuestro itinerario visitaremos algunas de las bodegas más renombradas de la comarca, negocios pertenecientes a familias con un linaje vitivinícola que se pierden en la noche de los tiempos. Algunas de estas familias participaron en el empujón que se dio en 1982 a esta comarca para certificarse como D.O y son reconocidos como los artífices de la evolución cualitativa, internacionalización y competitividad de los vinos de Ribera de Duero. De su mano nos adentraremos en el corazón de la bodega, conoceremos de cerca el proceso de elaboración del vino, aprenderemos sobre el viñedo, la fermentación, las cualidades de la zona y de la uva, el proceso de crianza, y finalmente realizaremos una cata comentada de algunos de los mejores vinos de cada bodega.
Seremos testigos de una armoniosa mezcla entre tradición y modernidad, éxito representado por ciertas bodegas que han sido capaces de adaptarse a las oportunidades tecnológicas de los nuevos tiempos sin renunciar a seguir evolucionando sus crianzas, reservas y grandes reservas en las bodegas subterráneas excavadas hace más de cuatro siglos. Estos ancestrales lugares, excavados a mano y que llegan a tener una profundidad de 30 metros, siguen reuniendo, a pesar de los avances en el campo de la enología, las condiciones ideales para una óptima evolución del vino en barrica de roble. Nos referimos a temperaturas y humedades óptimas durante todo el año, ausencia total de luz y de ruido, y por qué no, el olor a historia centenaria que rezuman sus muros, que en cierta medida está presente en estos modernos caldos ataviados de ancestral vestimenta.
En nuestro recorrido contemplaremos las huellas de la historia de la Ribera y aprenderemos un poco más sobre los diferentes avatares que perfilaron este singular territorio. Nos abriremos paso a través de Iglesias románicas, arquitectura tradicional, pueblos pintorescos y diversas fortalezas y palacetes de las que el castillo de Peñafiel, capital del occidente ribereño, es el mejor exponente. En la zona oriental de la D.O, Aranda de Duero se erige como la capital histórica y económica de la parte burgalesa, donde podremos contemplar la iglesia de Santa María, el trazado tardo medieval de sus calles y las bodegas subterráneas, algunas de ellas excavadas hace más de 800 años. Un alto en el camino para comer en alguno de los mejores restaurantes tradicionales de la comarca, nos ayudará a reposar las vivencias del día, intercambiar impresiones y degustar la cocina local.
Será un placer recorrer contigo la Ribera de Duero, mostrarte sus más bellas bodegas y acompañarte en el descenso a los albores de la vinicultura moderna a través de sus bodegas subterráneas, para finalmente tocar el cielo probando algunos de los mejores caldos actuales producidos en esta singular tierra, a través de cuya Ribera, el agua se transforma en vino
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